Los consultores externos, esas personas ajenas a mi organización que ejercen tareas de todo tipo ya sea en gestión o en desarrollo, a menudo vistos como autenticos marcianos en las organizaciones.
Este rol externalizado ha alcanzado su punto álgido en los últimos años.
Desde tener divisiones externas totalmente o hasta series escandalosas de televisión populares como “House of Lies”, donde ven a la profesión de consultor como un pozo de manipulación y avaricia.
A veces hasta de sucuestro organizativo o de esclavismo laboral.
Recientemente, seguro que has escuchado que se han llegado a presentar cargos criminales contra firmas importantes como McKinsey.
En este artículo podemos ver una reflexión parecida a la que da vida a este post.
Otras grandes compañias, como Bain & Company y el Boston Consulting Group también han tenido controversias y problemas.
Sin embargo, en medio de la nube de controversia, es crucial reconocer los valiosos servicios que los consultores brindan.
No solo los que vienen de las Big4, sinó todos los consultores externos que hay.
En su fundamento, el consultor ofrece dos funciones esenciales para que las organizaciones a menudo consideran indispensables.
El siempre deseado conocimiento externo
Los consultores ofrecen una perspectiva externa, proporcionando un análisis riguroso que puede ayudar en los procesos de toma de decisiones.
Si bien esto a veces puede derivar en reforzar ideas preconcebidas o agendas egoístas, también sirve como un contrapeso crucial a los sesgos internos y al pensamiento grupal.
Recuerda que tanto consultores externos como propios de las organizaciones estamos para aportar valor a cliente.
Experiencia especializada
Los consultores aportan conocimientos y experiencia especializados, llenando vacíos que pueden existir dentro de las organizaciones.
Ya sea implementando tecnologías de vanguardia o navegando por paisajes regulatorios complejos, los consultores juegan un papel vital en impulsar la eficiencia y la innovación.
Al compartir mejores prácticas entre diferentes clientes e industrias, contribuyen al crecimiento económico y al desarrollo más amplio.
Conclusión final
Por supuesto, esto no pretende ocultar las deficiencias de la industria. Las hay y son muchas.
La falta de transparencia en torno a las tarifas de los consultores y la ausencia de regulaciones formales dejan espacio para el abuso y la explotación.
Para abordar estas preocupaciones, se necesitan mayores niveles de transparencia y un código de conducta.
Las grandes consultoras deberían estar obligadas a revelar sus gastos en consultores, de manera similar a cómo informan sobre los gastos en auditores y bancos de inversión.
Además, el sector tiende autorregularse, comprometiéndose con estándares éticos que muchas veces priorizan los intereses del clientes por encima de nada más.
En última instancia, si bien la industria de consultoría de gestión y desarrollo puede tener sus defectos, sería injusto descartar sus contribuciones para la agilidad de negocio.
Así que fomentando la transparencia y la responsabilidad, mientras se adoptan prácticas éticas, los consultores de todo el mundo pueden continuar desempeñando un papel valioso en la configuración del futuro de la agilidad de negocio.